Día treinta y cuatro.

Sí amiguitos, como decía en el post anterior, he aprendido por qué los microondas tienen un plato giratorio (o no lo sé si lo he aprendido, puede ser que todo lo siguiente me lo invente básicamente). En fin. Todo empieza cuando un día llegas a casa de trabajar con ganas de tomarte una cerve por ahí con alguien pero nadie está disponible o no te quieren coger el teléfono o te cuelgan y lo apagan, vete tú a saber. El caso es que llegas a casa de la forma más bizarra posible (sí, bizarra). Con leremusic y policletos incluídos (no sé por qué he puesto policletos cuando quería decir policías, pero así se va a quedar). Y ahí estás. Sin ganas de dormir. Y vas a la cocina a por algo de picar y ves que detrás de las legumbres hay cajas de palomitas, ¡santa mier*a! ¡Qué gustosas! Y ves una Coke en la nevera, no, no te gusta la Coke, pero la coges y Oh God! It smells so chilly. ¿Qué más da si fuera están a -16ºc? Entonces abres la caja de las palomitas, sacas una de esas bolsitas que vienen en otra bolsita. La abres, tiras el plástico a la basura (¡Irás al infierno por no reciclar, insensata!) y cuando abres el microondas, OMFG ¿dónde está el plato? Te asomas al fregador y ahí está, uhm, digamos que in-impoluto. Y en tú sabia cabeza habla una vocecita a la que no haces caso. Es calva y se llama Mister Clean. Pero no le haces caso. No. No. No. Y piensas que qué más dará el plato al fin y al cabo si las palomitas están dentro de una bolsa. (Insensata eguén). Total que desdoblas la bolsa y la metes, sin profiláctico ni nada. 3 minutejos y a hacer tiempo al salón. Juegas con Gus (Oh God, ha muerto el perro más feo del mundo de cáncer, y también se llamaba Gus). Pop. Pop. Pop. Sonido de fondo. Banda sonora. Soundtrack. O como cojon*s quieras llamarlo. Pop. Pop. Pop. ¡Mmmm huele a palomitas americanas con mantequilla! ¿Palomitas americanas con mantequilla? ¡Los cojon*s! Huele a mantequilla y papel de bolsa de palomitas americanas con mantequilla ardiendo. Te vas para la cocina, y no puedes ver lo que hay dentro del microondas por la ventanilla... ¡Qué raro! Pop. Pop. Pop. Abres la puerta y... Surprise, you're in London now! ¿No querías London? ¡Pues toma London y en casa! Y cuidado que Jack está a punto de venir de la "carnicería" (ejem). London con olor a palomitas americanas con mantequilla. Y tienes que salir llorando de la cocina. Y Gus estornudando. Entras otra vez (¡Vamos valiente! ^^V). Y coges la bolsa. ¿Qué hacer con una bolsa de palomitas americanas con mantequilla con un agujero con bordes negriquemados del que salen todos los vapores del Averno? Vapores del Averno sí, pero con olor a mantequilla también. Pues dejarla encima de la encimera y soplarle al agujero. Sí, yo soy así de inteligente. Me encanta soplar a las cosas. Cuando era pequeña le soplaba a las fresas y al helado porque estaban muy fríos. Sí. Así soy yo. Total que cierras la puerta de la cocina, abres la ventana, abres la puerta de la terraza y pones el estractor a todo estractar/chupar (¿?) para ver si tu madre no se da cuenta (como si las madres fuesen tontas). Y sales llorando y casi intoxicada de la cocina. Después, cuando ha pasado el temporal londinense típico (es que yo no sé si en Londres hace calor o frío) vuelves a la cocina. Decides que cueste lo que cueste te vas a comer una bolsa de palomitas americanas con mantequilla. Que nada ni nadie te va a robar el único placer que tienes para esa noche. Que nadie te va a quitar tu momento palomita. Y coges la bolsa, la abres para comprobar como han quedado las palomitas, si puedes rescatar alguna (ni de coña beibe) y descubres que las palomitas cuando se queman molan un montón porque se hacen súperamigastía formando un bloque negruzco (como el sobaco de un grillo que dicen por ahí) que además brilla con un fulgor especial resplandeciente de la muerte. Y las tiras a la basura (no te queda otra). Coges el plato del microondas del fregador y lo friegas. Desenchufas el microondas, lo limpias limpitolimpito y lo vuelves a enchufar. El plato se ha secado de canto mientras tanto. Y lo metes. Abres el armario, detrás de las legumbres hay cajas de palomitas. Coges la de palomitas con mantequilla. La caja ya está empezada (te ríes sin amargura, bitternessless). Abres la bolsita. Tiras el plástico a la basura (¡Arderás por lo que has hecho!) (¡Insensata!) y desdoblas la bolsa (¡cómo te gustaría desdoblarte a ti misma!) y la metes en el microondas. 3 minutos, bueno, un poco menos, por si acaso. Te vas al salón, juegas con Gus. Trago de Coke. Pop. Pop. Pop. ¡Clink! Vas a la cocina. Mmmm. Huele a palomitas americanas con mantequilla. Esta vez sí que ves la bolsa a través del cristal de la puerta del microondas. Lo abres. La sacas. La abres. Las sacas. Te las llevas a salón y a disfrutar de pequeños momentos con sabor a mantequilla.


Miss Blinkless, para no perderme ningún minimomento :)


Las moralejas de esta historia son que si no fuese tan vaga no me habría pasado todo esto y que si metes algo en el microondas sin el plato, no da vueltas, por lo tanto el calor le da siempre en el mismo sitio y acabas liándola pardieu.

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