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Mostrando entradas de noviembre, 2009

Día ciento treinta y cinco.

Agárrala con las dos manos, con fuerza. Con una mano acaríciale el cuello y déjate llevar. Cierra los ojos y siente cada centímetro de su suave cuerpo con la otra. Tan suave como la piel del Sol. Ahora empieza a tocarla más fuerte, más rápidamente, sin prisa pero sin pausa. Tócala hasta conseguir que cada uno de sus suspiros parezca una nota... compón una melodía infinita y tócala sobre ella. No le dejes respirar y siéntela como si fuese parte de ti. Ahora los dos formáis parte del mismo cuerpo, sois un mismo ser . No dudes en arañarla si te deja pero no hagas de sus gemidos una canción desafinada. No la dejes aunque tu cuerpo te lo pida con lágrimas. Para llegar a ser eterno hay que vivir toda una vida. Ahora tú y ella sois un mismo ser. Ahora tú y la guitarra sois un mismo ser. Miss Lola*

Día ciento treinta y cuatro.

Creando términos. La creación de un nuevo término supone la aparición ( y necesidad de utilizar) de forma automática de su antónimo, de una palabra que defina a la idea opuesta a la que acabamos de nombrar. Ejemplos tales como "pequeño" - "grande". Si no tuviéramos una de las dos palabras, la otra perdería su significado. Es como si una palabra necesitase de la otra para sobrevivir. Ambas entran en una relación que las mantiene unidas pese a sus diferencias. ¿Qué conclusión sacamos de todo esto? Que el "blanco" no existe sin el "negro", que la "mujer" no existe sin el "hombre", que el "viejo" sin el "joven" no es nada... ¿Hablamos sólo de términos para designar palabras? NO. Y ahora viene mi conclusión, si cuando se crea un término se crea de forma automática su contrario, ¿qué hacemos creando términos como igualdad? Sí, lo sé, ¿qué fue antes? ¿La gallina o el huevo? Pero, ¿qué hacemos creando un "Mini

Día ciento treinta y tres.

No hay más ciego que el que no quiere ver. Puedo perder una tarde mirando el techo y estúpidos anuncios de preciosos zapatos por ciento cincuenta euros. Puedo perder una tarde escribiendo tonterías que no tienen ni cuerpo ni cabeza. Puedo perder una tarde pensando en el imbécil que arruina mi existencia. Puedo perder una tarde escuchando música demoníaca... pero nunca voy a perder una tarde leyendo un libro. Porque leer un libro no es perder el tiempo. Pero, ¿a qué me dedico? Me dedico a pensar que voy a sacar algo en claro de todo esto. Me dedico a creer que voy a aprender matemáticas en dos semanas para tenerlo todo a punto. Me dedico a creer que los sindicatos valen de algo más que de paracaídas. Y me dedico, en definitiva, a perder el tiempo de soberaaaaana manera. Podéis llamarme Miss Estúpida porque no doy más de mí. Soy imbécil y sensible. Y, si bien es verdad que en ocasiones toda mi sangre baja a mis puños, al final no pasa de ahí. No puedo más que mirar con furia al pasado y