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Mostrando entradas de junio, 2014

Día ciento sesenta y cinco.

Por fin he encontrado el verso que me faltaba para el poema acróstico que es la vida. Ayer pude ver que la luna era verde. No sólo eso, miro por la ventana y veo cómo me mira verde y oronda mientras yo doy tres mil cuatrocientas cincuenta y dos vueltas en la cama. Le doy la espalda pero sigo notando su fría y gris mirada clavada en la nuca. Bajo de la cama. Pie derecho. Pie izquierdo. Deambulo por un pasillo infinito chocándome contra miles de cosas que antes no estaban ahí y que no recuerdo haber puesto, ¿no recoge uno lo que siembra? Llego ante una puerta desconocida para mí... ¿dónde estoy? Toco el pomo dispuesta a comprobar a dónde da la puerta pero no puedo abrirla porque me quemo, al apartar la mano veo cómo en mi palma reluce de un color rojo sangre tan brillante como el canto de los grillos la frase "I must not tell lies", miro de nuevo hacia la puerta y en lugar del pomo ahora hay una pluma que cae delicadamente al suelo mientras llora sangre. De pronto una risa